Lo que pasó señor Duque Linares fue que aquel domingo abrí mis ojos, prendí el televisor y me encontré con su sonrisa, esa sonrisa llena de pacatería, sinvergüencería y actitud positiva. Estaba desperezándome, y en ese momento exacto usted contó uno de esos chistes suyos tan populares, y esa fue la tapa: mi domingo se echó a perder.
Usted, padre de la actitud positiva cristiana, me ha dejado la enorme enseñanza de que siempre debo ser incrédulo. Gracias a usted entendí que este mundo nuestro es cada día más frívolo. Para nosotros todo es un eterno festival del humor, nada es serio, y cualquier cosa es importante. Antes, ya había conocido a un sinnúmero de autores norteamericanos que han escrito esos libros del queso, de la vaca, de los pingüinos, esas agrupaciones de hojas que afirman que para ser feliz tan solo hay que seguir una fórmula. La idea es bonita. Pensemos en que con tres, cuatro o cinco consejos llegamos a ser felices; eso sería bueno, pero la realidad, señor Duque Linares, es que cada individuo es único y por consiguiente cada ser viene a la Tierra precisamente a buscar su propia, e intransferible, manera de estar en plena armonía.
Para los seres modernos y utilitaristas que somos este panorama parecería tremendo. Lo que pasa es que no estamos acostumbrados a valernos por nosotros mismos, estamos pendientes de los remedios existenciales ajenos o vivimos alienados en una burbuja creada por el establecimiento.
Kant afirmó que el objetivo de los seres humanos es sobrepasar la culpable minoría de edad. Y no se refería al tiempo físico, sino más bien al espiritual y mental. Pero para hacerlo habrá que empezar a conocerse cada uno y comprender que nadie puede dar listas masivas en las que se sugiere que todo es tan fácil como aprender a desear.
Supongo que usted como buen líder de la corriente de la autoayuda habrá visto ‘El secreto’, un paquete chileno que rompió los record en Estados Unidos con la tesis de que todo lo que uno se proponga, si se lo atrae de la manera adecuada, se cumplirá. Pues déjeme decirle que esto es falso, ya que no se puede desconocer la dura realidad. No me venga a decir que la educación, el estrato social, la religión, la cultura, no intervienen de manera importante en el desarrollo de la personalidad. Pues bien, entonces entenderemos que hay factores externos que no se pueden vencer tan solo con la imaginación o con la actitud positiva.
Así pues, mi querido filósofo especialista en la motivación (¿?¿?), quiero que sepa y entienda que no le creo un comino. También le quiero contar que ya saqué mi televisor del cuarto.
Usted, padre de la actitud positiva cristiana, me ha dejado la enorme enseñanza de que siempre debo ser incrédulo. Gracias a usted entendí que este mundo nuestro es cada día más frívolo. Para nosotros todo es un eterno festival del humor, nada es serio, y cualquier cosa es importante. Antes, ya había conocido a un sinnúmero de autores norteamericanos que han escrito esos libros del queso, de la vaca, de los pingüinos, esas agrupaciones de hojas que afirman que para ser feliz tan solo hay que seguir una fórmula. La idea es bonita. Pensemos en que con tres, cuatro o cinco consejos llegamos a ser felices; eso sería bueno, pero la realidad, señor Duque Linares, es que cada individuo es único y por consiguiente cada ser viene a la Tierra precisamente a buscar su propia, e intransferible, manera de estar en plena armonía.
Para los seres modernos y utilitaristas que somos este panorama parecería tremendo. Lo que pasa es que no estamos acostumbrados a valernos por nosotros mismos, estamos pendientes de los remedios existenciales ajenos o vivimos alienados en una burbuja creada por el establecimiento.
Kant afirmó que el objetivo de los seres humanos es sobrepasar la culpable minoría de edad. Y no se refería al tiempo físico, sino más bien al espiritual y mental. Pero para hacerlo habrá que empezar a conocerse cada uno y comprender que nadie puede dar listas masivas en las que se sugiere que todo es tan fácil como aprender a desear.
Supongo que usted como buen líder de la corriente de la autoayuda habrá visto ‘El secreto’, un paquete chileno que rompió los record en Estados Unidos con la tesis de que todo lo que uno se proponga, si se lo atrae de la manera adecuada, se cumplirá. Pues déjeme decirle que esto es falso, ya que no se puede desconocer la dura realidad. No me venga a decir que la educación, el estrato social, la religión, la cultura, no intervienen de manera importante en el desarrollo de la personalidad. Pues bien, entonces entenderemos que hay factores externos que no se pueden vencer tan solo con la imaginación o con la actitud positiva.
Así pues, mi querido filósofo especialista en la motivación (¿?¿?), quiero que sepa y entienda que no le creo un comino. También le quiero contar que ya saqué mi televisor del cuarto.
ON.